De qué le sirve a la naturaleza que todo sea a su debido tiempo, momento y lugar, si al hombre no le vale nada ese orden? Cada vez que llega marzo, acompañado por el final del verano, la subienda de peces en el Magdalena, las migraciones de aves y el reverdecer de la selva(entre otros fenómenos especiales), se presenta en Colombia una de las mayores masacres de animales de la que se tenga noticia en el mundo entero.

Por esta época, y cada año, una parte considerable de la fauna desaparece en Colombia en nombre de la vigilia o de las costumbres.
Más de doscientas toneldas de carne de chigiro;por lo menos 1.500 aguilas cuaresmeras; entre 15.000 y 20.000 tortugas hicoteas y por lo menos 40.000 iguanas mueren, sagradamente, en poco menos de tres semanas.
Que el chigiro y la tortuga tienen carne blanca , que las águilas cuaresmeras son exquisitas o que su rabadilla produce una grasa a la que se le atribuyen poderes curativos, y que las iguanas están cargadas de huevos afrodisiacos son los principales argumentos que se le escuchan a los cazadores de marzo. Pero nada justifica semejante depredación.
El drama es tan salvaje que se incendian ciénagas, se dejan miles de iguanas agonizar con sus vientres abiertos, se cocinan tortugas vivas y se matan a palo los chigiros para cumplir con un ritual tipo hombre de las cavernas a la hora de la cena.
El gran problema es que no se dejan cumplir los ciclos normales de la vida animal: nacer crecer y reproducirse. Y la extinción de cortos animales, otrora cotidianos, ya se prevé para antes de final de siglo.
Por eso, como una forma de prevenir lo que siempre sucede, aquí va un recuento de este viacrucis animal anual que se elaboró con la colaboración con el jefe de la División de Fauna del Inderena, Bernardo Ortiz Von Halle y sus biólogos.
HICOTEAS: cocinadas vivas Cuando empieza el fenómeno del retroceso de las aguas en verano, las hicoteas se concentran en ciénagas y pantanos de la Costa Atlántica y se entierran en el barro, Ahí también por esta época, llegan los monteadores (cazadores) que armados de palos inician su barrido : donde les suene un toc hueco, ahí está su presa.
Otra modalidad es la quema: incendian los bordes de las ciénagas y cuando los animales salen para salvarse del fuego, caen en manos de los cazadores.
Todo porque su carne es blanca. Exquisita. Y es indispensable en los platos típicos de Semana Santa en la Costa.
Lo triste es que las hierven vivas. Aunque lo peor es que se llegan a cazar entre 10.000 y 20.000, aparte de que no se respetan las hembras, evitando que lleguen a etapas reproductivas.
El Inderena corrobora el dato al afirmar que en sitios como el bajo Magdalena, Sucre (San Marcos) y Córdoba (bajo Sinú), cada vez son más pequeñas las especies que se están decomisando (normalmente alcanzaban los 40 centímetros y ahora no llegan a 25).
Y existe un ingrediente adional: la depredación es por partida dobe. Se come la carne de la tortuga y, de paso, los huevos a los que se les atribuyen poderes afrodisíacos.
CHIGUIROS: Vigilia venezolana Venezuela es uno de los países donde se controla muy de cerca la depredación de la fauna y en especial del chiguiro. Pero paradójicamente es el país que más demanda de Colombia la carne de este animalito.
Legalmente (de los tres zoocriaderos que existen en Arauca y que tienen 11.000 chiguiros) hasta septiembre del año pasado salieron por Puerto Carreño o Arauca rumbo a ese país algo más de 103 toneladas de carne de este animal.
Esa cifra es la mitad de lo que sale ilegalmente para ese país solo en Semana Santa, según el Inderena. Es decir, en ocho días se contrabandea el doble de lo que se produce en un año.
Estudios han determinado que su carne se consume poco en los llanos de Colombia: el colono dice que posee cierto almizcle que le da un sabor raro y que debe prepararse con hierbas aromáticas lo que complica la receta. Pero, como entre gustos no hay disgustos, en Venezuela es muy apetecida.
De ahí que con la llegada de marzo aparezcan en los departamentos de Casanare, Arauca, y Vichada los famosos chiguiros . Su mejor hora: el amanecer, cuando las manadas salen a buscar el agua que tanto escasea en verano y por la que, por cierto, no se quiere al animalito en los llanos: este roedor necesita del líquido para controlar su temperatura, bañarse, reproducirse y hasta defecar. Eso daña el agua e impide su utilización. Además, compite por su alimentación con el ganado: uno solo puede consumir hasta 20 libras de pasto en un día.
Por eso, su caza se considera casi como una obra social. Pero es bien salvaje: los chiguiros encierran la manada con los caballos y simplemente empiezan a repartir garrote para matar el mayor número de estas especies que alguna vez se encontraron en todas las tierras altas de Colombia y hasta en la Costa.
IGUANAS: huevo a cincuenta El que en la Costa no haya consumido huevos de iguana, que tire la primera piedra. Esa costumbre está tan arraigada allá como la del ajiaco dominguero entre los cachacos .
Por esta época del año, las hembras de iguana están preñadas (cada una tiene entre 20 y 25 huevos) y cuando se cazan simplemente se les abre el vientre y se les extraen los huevos en los lugares donde el sol pega con más fuerza. Pero muy pocas completan el ciclo.
Los huevos se comen después. La apetecen algunos indios y gusta mucho en regiones del Alto Sinú (San Andrés, Purísima y San Sebastían), en donde preparan un plato conocido como salpicón . También en Atlántico, Bolivar y la Guajira.
Lo dramático es que cada vez la caza es más despiadada: hasta hace algunos años los cazadores les extraían los huevos haciéndoles una especie de cesárea, junto a la pata derecha, luego procedían a coser y curar la herida con ceniza y limón para que la iguana volviera a procrear. Algunos más salvajes las rellenaban con boñiga o pasto.
Pero el procedmiento es engorroso, y ahora simplemente las matan: a unas 40.000 casa Semana Santa.
AGUILAS: migración mortal Hace más de cincuenta años, cuando el cielo bogotano se cubría de miles de águilas que iban para Norteamérica, muchos parroquianos rezaban porque creían que se trataba del fin del mundo. Pero el único fin que con el tiempo se acercó fue el de las mismas águilas.
Cada año, ellas van de sur a norte por las crestas de las cordilleras, rumbo a su hogar para reproducirse. Pero muchas se quedan en el cañón del Combeima (Tolima).
Se calcula que del grupo total (entre 5.000 y 10.000) más de 1.500 caen en Semana Santa presas de los perdigones.
Es tradición. Cada noche (y entre más oscura, mejor), entre veinte y treinta cazadores matan en promedio unas cuarenta. Para que? Son bocado de cardenal además de que, dicen, la grasa de sus rabadilla sirve para curar males como artritis, asma, bronquitis...
Pero aparte de ello, las consideran enemigas de las fincas porque se comen algunas aves. Lo paradójico es que en Estados Unidos y Canadá es delito matarlas y se les considera amigas del campesino porque controlan plagas.

Publicación
eltiempo.com
Sección
Otros
Autor
RUBY MARCELA PEREZ

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